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20 enero 2008

La oportunidad

El viajar es un placer que me suele suceder, como bien cantaban los hermanos Aragón. No todo el mundo tiene esa suerte. Si bien es cierto que la mayoría de mis paseos por el mundo se producen por trabajo, y por lo tanto no soy yo quién decide dónde y cuándo ir (lo que en verdad reduce la excitación por el viaje), puedo asegurar que intento aprovechar al máximo la situación y disfrutar lo más posible de las pocas horas libres que me quedan tras acabar las largas jornadas de reunión. En cualquier caso, no todo es ver lugares o monumentos, ya que el simple hecho de tratar con gente de diferente país, cultura, idioma y, por qué no, gastronomía ya merece la pena.

Gracias a la generosa financiación de mi empresa he visitado diversas zonas de Alemania (principalmente Ulm, ciudad orgullosa de haber visto nacer a Albert Einstein y de tener la torre de iglesia más alta del mundo en su espectacular catedral gótica, y Múnich y sus suburbios), Francia (Elancourt y Versalles, a los que próximamente se sumará Burdeos), Italia (Milán, Roma) y los Estados Unidos (diversas poblaciones de la verde Florida). Y quizá dentro de poco habrá que añadir destinos algo más exóticos, pero esa es otra historia.


Aunque, como digo, los viajes de trabajo no permiten muchas alegrías, sí he conseguido disfrutar, por ejemplo, de un atardecer en los Jardines del Palacio de Versalles seguido de un magnífico espectáculo ecuestre, de un paseo en barco de palas por el río Indian (al más puro estilo del siglo XIX retratado por Mark Twain, aunque ya sin propulsión a vapor) o de una tarde en la fiesta más deseada, el Oktoberfest muniqués. Por supuesto, también me he perdido muchas cosas por problemas de tiempo, y tengo un par de espinitas clavadas con los Estados Unidos que algún día tendré que sacarme, como haber estado dos semanas a 50 kilómetros de Cabo Cañaveral y no haber podido ir a visitarlo (aunque yo soy más de Gagarin, los yanquis también hicieron su parte) o no haber podido ver en directo un partido de baloncesto de la NBA.


En cuanto a viajes de placer, no voy a enumerar todos los sitios que he disfrutado, aunque sí haré una mención especial a las visitas a Zaragoza, las semanitas de vacaciones en la costa gaditana, y el peculiar paseo a la Madre Rusia. Mis objetivos actuales se centran en Escocia, Suecia, nuevamente los Estados Unidos y Argentina. Poco a poco.


Últimamente, además, las posibilidades de viajar se multiplican por diversos factores. Por supuesto, el financiero es uno de ellos (aunque el maldito piso reduce en parte mis posibilidades). Pero también está el hecho de tener amigos en diversas partes del globo. Esta semana, por ejemplo, estuve en Ulm en una reunión y aproveché para ver a un compañero de la universidad que anda por allí desplazado. Otro amigo fue empaquetado a principios de mes en dirección a Seattle, Estados Unidos, por tiempo limitado, eso sí. Y luego está el auténtico rey de la fiesta, que se encuentra en China desde hace más de un año. Todos ellos (y sus lugares de residencia, claro) se merecen una visita que intentaré hacer en el menor plazo de tiempo posible.


Todo esto me ha hecho plantearme la posibilidad de pasar una temporada fuera de España. Creo que es una experiencia interesantísima cuando todavía eres joven y no tienes excesivas responsabilidades ni, como en mi caso, pareja estable y/o hijos. Cuando hace un par de años se empezó a crear la JVC que gestionaría el proyecto en el que trabajaba e iba a estar situada en Bruselas, ya me picó un poco el gusanillo. Aunque al final no hubo opciones para que yo formara parte de la misma (los perfiles técnicos se cubrieron con gente de otras compañías, mientras mi empresa aportaba solo gente de gestión), y además el proyecto fue cerrado en falso, es cierto que mi nombre sonó al principio para ir para allá. Ahora que en el nuevo proyecto en el que trabajo estamos en camino de algo parecido (de aquí a un año, probablemente, esté todo definido o se habrá ido al carajo), ¿me llegará La Oportunidad? Tengo pocas dudas de que la aprovecharía. Como me dijo un amigo ayer, preparando el viaje que le llevará (a él y a unos cuantos más) a San Francisco esta próxima Semana Santa para ver a nuestro corresponsal en Seattle: ¿tú no te vas a ningún lado? Así te podemos ir a visitar…

17 enero 2008

Lugares de culto de "otras culturas"

Hace unos días con motivo del cumpleaños de enoch, nos reunimos un grupo de amigos, a saber, dreammer, Матрёшка, berracus, Míguel y por supuesto enoch y yo mismo. La reunión comenzó en un restaurante llamado El Lacón, sitio curioso porque con cada caña te ponen un tapa variada a elegir entre varias: callos, morcilla, embutido ibérico y otra más que la memoria no me permite recordar.

Cenamos en el mismo sitio y tras la cena la parte rockera del grupo, dreammer y berracus, convenció al resto para ir un sitio llamado rainbow que se encuentra en la zona de huertas. Así que para allá que fuimos, con la reciente entrada de dreammer en la memoria y pensando que mi indumentaria me pudiera delatar de no ser de esa "otra cultura" como decía dreammer hace unos días. Se trata de un pub donde toda la música que se pone es rock. Realmente lo que hace es emitir videos de conciertos de grupos rock célebres, supongo, porque no soy entendido. Para ello el local dispone de una televisión en la que se pueden visualizar estos vídeos y la música de ambiente del local es la de estos conciertos. Hubo una cosa que me llamó especialmente la atención y es que casi todo el mundo bebía jarras de cerveza, prácticamente no se veían copas. Supongo que debe ser parte de esa cultura de la que habló dreammer en su momento. Pero aunque había gente con camisetas negras y tatuajes que es lo que la mayoría entendemos como indumentaria habitual de los rockeros, no todo el mundo vestía de esta manera. Había gente vestida de muy diversas maneras, lo que me hizo pasar desapercibido, ya que a aquellas alturas de la noche y tras una intensa jornada de trabajo conservaba aún como parte de mi indumentaria restos de mi uniforme de pretoriano (según el diccionario de enoch, llámase así a la equipación compuesta por pantalones de vestir, americana, camisa y corbata utilizada habitualmente en el trabajo de oficina).

En este local estuvimos hasta que nos echaron por el cierre del mismo. A estas alturas estabamos ya bastante cansandos pero aún así dreammer y berracus nos convencieron para ir su otro gran lugar de culto. Se trata de un sitio llamado La Leyenda, que se encuentra en las proximidades de Plaza de España. Por supuesto como es habitual ya llevábamos a esas horas Míguel dormido como siempre. Tras más de 15 minutos de caminata allí llegamos, a la Leyenda, sitio que resulta curioso ya que tiene un billar y unos balancines y donde nuevamente al igual que había sucedido en el rainbow lo que se bebía básicamente era cerveza y al igual que en aquel se emitían videos de grupos de rock.

Así pues, tras visitar en la misma noche los dos lugares de culto rockero de Madrid por excelencia, de los que había oído hablar en multitud de ocasiones, puedo decir que lo que llamó especialmente la atención es que el nivel de la música era bastante bajo lo que te permitía charlas tranquilamente con los amigos mientras te tomabas una cerveza o copa, según el gusto de cada uno.


Réplica aproximada de la camiseta que llevaba berracus el día de los hechos