07 febrero 2008

La liebre y la tortuga

¿Quién no recuerda esta maravillosa fábula de Esopo? Sí, la arrogante liebre se echa la siesta porque sabe que ganará la carrera, pero se duerme tan profundamente que acaba perdiendo ante la constancia de la tortuga. Ahora sabemos qué pasó después, al menos con la liebre. Las malas experiencias, ya se sabe, aceleran el encanecimiento del cabello. Por suerte, no se le cayó.



Y ¿dónde podía acabar escondida tras este fiasco? Donde nadie la encuentre, claro. Con lo que gusta echarse la siesta allí, no me cabía ninguna duda.

3 comentarios:

DREAMMER dijo...

Lástima de animalito...
Pero bueno, no me sorprende saber que algún hijo de la gran ****, de los muchos que parece ser lo han intentado, ha conseguido acabar con su vida, no para comérsela, sino para disecarla y así poder contemplarla de por vida en todo su explendor...
Es la grandeza del cazador. Ejemplar macho, adulto, de unos 80 kg. de peso, con escopeta y varios galgos, consigue matar a una liebre, macho, de unos dos años de edad y 1,5 kg. de peso, tras una persecución de año y medio en un terreno yermo de 2 km. cuadrados.
Es para estar orgulloso, desde luego

Enoch dijo...

Pobre bicho...

Nunca entenderé qué placer puede encontrar nadie a la caza.

Матрёшка dijo...

¡Pobrecita liebre!, está visto que en esta vida no se puede resaltar por nada.