23 enero 2008

Atascos, enfados y otras cosas

Las circunstancias a veces nos hacen reaccionar de forma inusual, poco correcta, o totalmente desacertada.

Todos hemos sufrido uno de esos atascos monumentales en la carretera, en el que nos dan ganas de pegarnos un tiro, pero lo que me pasó el otro día supera todo lo vivido anteriormente.

Era un día de lluvia, sabemos que los problemas al volante se multiplican en estas ocasiones, generalmente no porque llueva, si no porque salen de sus madrigueras auténticos mandriles al volante.

Me disponía a volver del curro, y aquí comenzaron los problemas.

Hay salidas que son verdaderas ratoneras, se sabe cuando entras pero no cuando podrás salir de allí, son los casos en el que miras al frente y no ves nada más que coches parados, y empiezas a pensar que la hora de comer se te va a pasar, y por mucho. En este estado de penuria, aparecen los típicos listillos que de donde no hay hueco se lo inventan. ¿A qué me refiero exactamente? pues a que van por los arcenes, por las isletas, en cuanto dejes 10 cm meten el morro, todo ésto para avanzar en un atasco de 20 kilómetros, unos 50 metros.

Llevaba una hora en el atasco y había avanzado 900 metros, sufriendo, la gente empezaba a ponerse nerviosa, los pitos comenzaron a intensificarse, generalmente en estas ocasiones aparecen también las sirenas de ambulancia, que dan ambiente, por qué no, ya que estamos. Mi mente en esos momentos se había evadido del atasco.

En estas, empiezo a notar que hay por detrás mía alguien que esta venga a pitar, cosa inconcebible dado el atasco al que nos estábamos enfrentando. Yo pensé en ese momento "quién será el gilipollas que está pitando con este atascazo". Pronto lo descubrí: para mi pesar me di cuenta, después de que se desempañara la luna de atrás, que era a mí al que pitaba. En ese momento no me percate del estado de animo del elemento, yo seguía en el atasco y no quería más problemas. Pero seguía pitando, se ve que no llegaba a hacerse las cejas o similar, total, que me digne a mirar por el espejo retrovisor, y ví algo que me sobrecogió, una especie de salvaje estaba tirándose de los pelos, y gritando. Joder, pensé, la gente esta muy mal, me decidí a dar un toque de tranquilidad, bajé el cristal y le dije, ‘que pasa, no ves el atasco que hay’, a lo que respondió con una serie de graznidos, entre los que se encontraban diferentes lindezas como, subnormal, payaso, imbécil. Subí el cristal, y por mi cabeza pasó como un flash la idea, reconfortante en ese instante, de bajarme del coche y agredirle.

Pero aquí es donde hay que saber reaccionar, pasé dos pueblos hasta que me pudo adelantar, al salir de la ratonera, el atasco siguió, pero los incidentes no volvieron a surgir. Finalmente pude llegar a mi casa despues de 3 horas en la carretera.



Nota: El relato contado es verídico, pero debido a las normas impuestas por el manual de lo políticamente correcto, no ha podido describirse de forma adecuada a lo sucedido realmente.

2 comentarios:

DREAMMER dijo...

Me solidarizo contigo, en todos los aspectos. Yo algún día me llevaré un disgusto serio, pero es que ante elementos de ese estilo no me puedo callar. Al menos tengo que devolverles el "saludo".
En fin, que hasta te has quedado corto en tu narración... pero como dices, lo políticamente correcto, además, es tener que callarse.

Bascuñein dijo...

Con la mala leche que se nos pone a todos en el trabajo, en casa, etc, pues por algún lado sale. No sé que tiene el volante, pero ayuda un huevo. A mi, en general, no me gusta conducir, así que me resulta igual de aburrido estar en un atasco que conduciendo alegramente. Me cabrean más los que van muuuuuuy despacio sin ninguna razón aparente que los que me chillan o pitan en un atasco.

Por cierto, Dreammer, a tí hacer gestos con los dedos te sale natural. Véase tu avatar...