09 enero 2008

La Sanidad, bien gracias

Ay!!, ese gran sistema médico que tenemos en esta excelsa tierra: La Seguridad Social.

Resulta que, puntualmente, todos los meses nos descuentan un porcentaje de la nómina, en concepto de Seguridad Social, por el que cubrimos nuestro seguro médico.
Siempre nos hemos quejado (porque si no, no seríamos españoles) de su mal funcionamiento, de las listas de espera, de la masificación de usuarios con respecto a los pocos medios dispuestos, etcétera, etcétera.

Pero creo que la cosa ya ha tocado fondo. Una cosa es ir a Urgencias y tener que esperar tres horas hasta que te atienden, y otra cosa es que te tomen el pelo.

También es de rigor criticar a los usuarios que acuden a Urgencias porque sí. Porque yo lo pago.... No te puedes presentar en un servicio de atención urgente, destinado a salvar vidas, por el mero hecho de tener 38 de fiebre y soltar las pocas neuronas que se tienen por la nariz en forma de moco vivo. Eso es una gripe. No hace falta ser Ramón y Cajal para diagnosticarlo. Y no por ir a Urgencias se van a curar, por lo que lo único a lo que contribuyes es a ralentizar más un servicio ya de por si masificado. O esas madres que acuden con sus hijos, preocupadas por una tosecita del chaval, y que mientras se quejan exacerbadamente a la enfermera por las dos horas de espera que llevan, no se percatan de que su crío, junto a los críos de las otras madres que han acudido por el mismo motivo, ha confundido el hall de la sala de espera con una patio de recreo por el que correr, revolcarse, brincar, gritar, ... No hijo, no. Eso no, caca, que decía el genial Ozores.

Resulta que en España tenemos una magnífica formación sanitaria, que provee al mercado laboral excelentes médicos y enfermeros, los cuales parece ser que están destinados a emigrar a lugares donde se les valore lo suficiente. La mentes pensantes que ocupan las poltronas correspondientes han decidido que, cual negrero empresario bananero, es mejor doblar turnos de trabajo por dos duros, que contratar los medios necesarios y por un sueldo acorde con sus funciones. Y si estos afortunados sanitarios deciden irse a ejercer su profesión a otros países más civilizados que el nuestro, no pasa nada... seguro que hay personal cualificado procedente de otros países de ultramar dispuestos a tragar con jornadas de trabajo infernales y por dos perras chicas.
Así nos va. Y que conste que no tengo nada en contra de este personal extranjero, todo lo contrario, gracias a ellos guardamos las apariencias y están igual de cualificados. Pero estaréis conmigo en que es una situación un tanto estrambótica.

Pues bien, a las últimas noticias que han ido apareciendo en los medios de comunicación sobre el
hacinamiento en los hospitales, o las sempiternas denuncias de escasez de camas en los hospitales, quiero añadir mi propia queja, por aquello del recurso del pataleo (por favor, que al menos eso no nos lo quiten) y por mostrar un par de casos curiosos que, como me han tocado muy de cerca, me han calentado los cascos sobremanera.

CASO 1: Una persona, muy, muy, muy allegada a mi, padeció la semana pasada la más común y terrenal de las gripes. El diagnóstico es sencillo, la fiebre, el dolor de articulaciones, los mocos, la tos... en fin, nada nuevo. Llama para pedir hora en su Centro de Salud, no por saber que le pasa, sino con dos objetivos muy claros: el primero, la receta del antibiótico (si fuese necesario a valoración del médico) que combata la infección; y segundo, el necesario (por desgracia) justificante que acredite que no has ido a trabajar porque estás enfermo, y no por tu irrefrenable necesidad de quedarte en casa tocándote los cojones, que parece ser que es lo primero que piensan determinados jefes (cree el ladrón.... ). Resulta que al atender la llamada, en vez de contestar la siempre amable señorita que suele haber al otro lado del teléfono, aparece una máquina. Un contestador automático, que debe ser primo hermano de los del servicio de atención al cliente de cualquier operador de telefonía móvil, o de los canales digitales, que tiene a bien facilitar la cita requerida justo para una semana después, o bien la posibilidad de cambiarla para un día más tarde si esta no le va bien al paciente... En fin, para que decir nada. Hay que aguantarse.

CASO 2: También una persona muy, muy, muy allegada a mi (mi padre, para ser más exactos), tuvo la feliz idea de agarrar un lumbago de caballo el día 23 de diciembre, víspera de esas entrañables fiestas que tanto me gustan. Mismo proceder. Llama a su Centro de Salud para solicitar la baja médica, y en este caso si que responde la amable señorita de siempre. La diferencia es que en esta ocasión informa a mi padre que en ese centro ya no se dispensan citas telefónicamente. A tal efecto se ha creado una ventanilla en el hall del ambulatorio, a la que ha de acudir a pedir su cita.
Muy bien!!!!! Al hecho de que me parece absurdo que una persona (tenga la dolencia que tenga) deba perder el tiempo en dos ocasiones (una para pedir cita, y otra para acudir a la misma), hay que unir la no menos absurda situación de que un paciente que no puede ni moverse ha de acudir al menos una vez para que no le atiendan... Y lo peor es que la propia persona que nos atiende al teléfono nos da toda la razón, pero órdenes son órdenes, y si desde “arriba” dan esa orden ella no puede hacer nada.


Valga como final la respuesta que me dio un colega al contarle estos hechos y preguntar si esto tendrá algún tipo de solución:

“Hay que tener esperanza ...”, me dijo.
A lo que contesté: “¡¡¡¡ Pero si ya tenemos
Esperanza, y desgraciadamente para mucho rato !!!!”

En fin, como en casi todo, los ciudadanos tenemos las manos atadas. No podemos hacer nada, excepto patalear... o quizá si.

5 comentarios:

Manic dijo...

No es que quiera defender a la Seguridad Social (o sistema sanitario como diría Vassilies) pero al menos a mí en mi ambulatorio de barrio me atienden el mismo día o más tardar al día siguiente

Anónimo dijo...

Yo soy andaluz y me dan cita para dentro de 8 días......., y aqui no esta la Espe...

Enoch dijo...

A mí, como vivo en un pueblo pequeño, me dan la cita el mismo día, amablemente, por teléfono (no hay mucha afluencia de gente).

Claro, que esto cambia cuando el médico de cabecera te manda al especialista (el que realmente puede hacer algo por tí): para cuando te llega el día de la cita te habría crecido la barba hasta los pies.

Al final, como dice nuestro lector andaluz, y desgraciadamente, me temo que las deficiencias del servicio sanitario no son exclusivas de Madrid...

DREAMMER dijo...

Me encanta este gran sentimiento ibérico... "Toy jodío pero contento".
De vez en cuando, solo de vez en cuando, viene bien cambiar de aires... aunque solo sea para que determinadas personas no se acomoden en la poltrona.
Es cuestión de tiempo que el que venga acabe haciendo lo mismo, pero para eso está el derecho y el deber ciudadano de recordarles cada cuatro años que están ahí por y para hacer algo.
Pero bueno, a fin de cuentas, el ser humano tiene memoria de pez...

puti dijo...

Segun dice enoch la paciencia es una virtud, asi que enoch, paciencia con el especialista.
Yo creo que nos quejamos con razón, pero si lo comparamos con otro sistema de cualquier país flipariamos.